Tesis que apoyan el modelo dialéctico

De acuerdo con Rojas (2001), el modelo dialéctico se sustenta en las siguientes tesis:

«El mundo, la realidad, existe independientemente y con anterioridad al ser humano». Es decir que se reconoce la materialidad del mundo que «no ha sido creado por ninguna idea o espíritu universal», lo que significa que se rechaza la postura idealista. Esta tesis es también compartida por el modelo mecanicista.

La realidad es cognoscible. Esto significa que es posible conocer los diversos aspectos y relaciones de los procesos y objetos del universo, es decir que si todavía se desconoce cómo surgen o se transforman muchos fenómenos se debe al limitado desarrollo de la ciencia en alguna de sus ramas, pero tarde o temprano el hombre podrá conocer dichos temas.

«Los procesos y objetos se encuentran en relación y dependencia mutuas», pues existen en un todo interrelacionado. Los conocimientos obtenidos tienen validez para un contexto histórico determinado, son verdades relativas, es decir, históricas, y no verdades definitivas debido a que…

«La realidad está en continuo cambio, movimiento, transformación; la realidad es, pues, un proceso y no un conjunto de cosas acabadas, estáticas, por lo que el conocimiento es también un proceso y no un conjunto de datos fijos y definitivos».

El movimiento o desarrollo no surge por la voluntad de un ser suprasensible o de las ideas (idealismo), sino que es automovimiento, es decir movimiento producido internamente por la contradicción de los elementos.

«La realidad se presenta a distintos niveles: el externo […] es el único accesible a los órganos sensoriales». Se destaca la práctica como criterio de verdad de los conocimientos, así como para transformar la realidad. En su segunda tesis sobre Feuerbach, Marx señala que:

El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento.