Los enfoques sistémicos y sus detractores
El debate entre los que han intentado explicar la evolución de las relaciones internacionales en términos del funcionamiento de un sistema y sus detractores se sitúa a medio camino entre los aspectos sustantivos que dividieron a realistas e idealistas, durante la primera pos- guerra, y las cuestiones metodológicas que enfrentaron a tradicionalistas y científicos, durante la segunda. La idea de aplicar conceptos tomados del análisis de sistemas al estudio de las relaciones internacionales comenzó a abrirse paso en los años cincuenta.
Su principal diferencia con el enfoque convencional consistía en que éste concebía las relaciones internacionales como un conjunto de interacciones entre unidades independientes y soberanas -Ios Estados-, no sujetas a pautas ni a previsibilidad alguna, mientras que los enfoques sistémicos entendían que la forma que adopten dichas relaciones es influida o determinada por la estructura y las tendencias de una unidad más amplia, que sería el sistema internacional en su conjunto.
La visión atomística y sistémica
La controvertida e incompleta transición desde una visión atomística hacia una visión sistémica en la realidad internacional parecía estar influida por la evolución de la ciencia moderna. El pensamiento atomístico se basa en la idea de que para extender el conocimiento de la realidad es necesario descomponer cualquier conjunto complejo en sus partes integrantes: la comprensión del conjunto puede ser alcanzada entonces mediante la acumulación de información sobre cada parte separada.
Este enfoque está basado en una epistemología extraída de la física, e implica una visión mecánica del mundo considerado como un conjunto de piezas que interactúan de acuerdo con un esquema fijo, de la misma manera que los engranajes de una máquina, sin sujetarse a valores o propósitos más amplios y sin ser capaz de adaptarse a un determinado contexto externo o a una cierta teleología.
El avance de las ciencias biológicas generó un enfoque epistemológico que colocaba en el centro de la interpretación de la realidad la capacidad de sus distintos elementos para cumplir un propósito, adaptarse a un contexto o cumplir una función dentro de un conjunto más amplio. Mientras que una visión considera que la realidad es el resultado de la interacción entre sus partes, la otra estima que su naturaleza es función de la estructura de un conjunto más amplio. A partir de los años 50 ambos enfoques comenzaron a coexistir en el campo de las relaciones internacionales.
Mientras que los analistas clásicos tendían a explicar cualquier proceso global como el resultado de la interacción entre los distintos Estados, los cultivadores de las nuevas corrientes sistémicas tendían a interpretar el comportamiento de las unidades nacionales como una consecuencia del funcionamiento de un sistema internacional, dotado de una estructura y de una dinámica propia, y a buscar la explicación de todo fenómeno particular en un nivel de generalización más alto.
Un sistema en general -así como también en el campo de las relaciones internacionales- puede definirse como algo que "es percibido como consistente en un conjunto de elementos o partes interconectadas unas con otras mediante un principio claramente identificable" o, más simplemente aún, como una "pauta de interacción hipotética" entre distintos componentes. Puede decirse pues, que un sistema es un conjunto de unidades que interactúan entre sí de acuerdo con pautas relativamente regulares y perceptibles, algunas de las cuales pueden configurar subsistemas que se relacionan con el conjunto siguiendo los mismos patrones, y cuyos límites o parámetros también son reconocibles, pero pueden permanecer abiertos a las influencias provenientes de un medio ambiente externo.
La tendencia a identificar las regularidades observables en la interacción entre las distintas unidades, a "investigar las relaciones entre insumos y respuestas, a moverse sistemáticamente entre diferentes niveles de análisis reconociendo las vinculaciones existentes entre subsistemas y sistemas, a estar alerta a la existencia de fronteras y de esferas dentro de las cuales aquellos operan normalmente y a tomar en cuenta tanto los ‘parámetros’ como las 'perturbaciones' impuestos por el medio ambiente en que está inserto un sistema", son otros tantos componentes del análisis sistémico de la política exterior.
El enfoque sistémico permite una visión global de la estructura mundial del poder político, y su confluencia entre los Estados, permite evidenciar diferentes situaciones que no serian verificables desde las relaciones, y garantiza la realización de análisis comparativos.
Las tentativas efectuadas para imprimir un enfoque sistémico al estudio de estos fenómenos resultan bastante ajenas a la teoría clásica de la política internacional, con su interés por la autonomía del Estado nacional y por su visión de éste como un actor que, por vivir en una sociedad anárquica, se ve obligado a maximizar poder para preservar su seguridad y a usarlo discrecionalmente para defender sus intereses, sin exhibir regularidades ni sujetarse a pautas proporcionadas por un sistema u organización más amplios.
Es cierto que al elevar la búsqueda del balance del poder a la categoría de un principio universal, esta escuela hace de él un "mecanismo autorregulador" de las relaciones entre los Estados y parece imprimir un cierto carácter global -algunos dirían sistemático- al estudio de la política internacional emprendido desde esa perspectiva. Sin embargo, se trata una vez más de un paradigma epistemológico tomado de las ciencias físicas, cuyo carácter mecánico, incapaz de hacer lugar para actores no estatales o para variables diferentes de las vinculadas con el concepto del poder, se asemeja mucho a la simplicidad de un sistema de vasos comunicantes en donde la propia presión del líquido tiende a hacerlo alcanzar un nivel de equilibrio.
En un conjunto anárquico, carente de autoridad y de pautas de comportamiento, promover la cooperación o buscar regularidades en el comportamiento de las partes representa un peligro, pues ofrece una ventaja al agresor o desviacionista, mientras que limita la capacidad de respuesta de los Estados comprometidos en crear un clima de cooperación o en mantener ciertas regularidades.
Por ello se ha establecido que aun cuando la coerción funciona para limitar la actividad de los Estados, el manejo de los intereses y la estructuración de compromisos económicos son más eficientes al momento del cumplimiento de los pactos.
Incluso muchos autores que emplearon un enfoque sistémico en el estudio de la política internacional lo hicieron de tal manera que, al aplicarlo a un solo subconjunto o al seguimiento de interacciones y correlaciones particulares, no alcanzaron a iluminar el funcionamiento del sistema en su conjunto. Eso es lo que sucedió con Deutsch, al estudiar los procesos de integración a través del análisis de los flujos de comunicación; con Rosecrance, fundamentalmente interesado en analizar la capacidad de los sistemas para controlar perturbaciones, en parte a través de mecanismos regulatorios; con Modelski, que acentuó la composición de las élites y su influencia en las pautas de interacción entre los Estados, o con el propio McClelland -uno de los pioneros de estas perspectivas- que concentró gran parte de su análisis en el impacto de los grupos domésticos en el sistema internacional.
No es fácil escoger un ejemplo de esta corriente intelectual, tan diversificada y tan compleja, pero uno de los más valederos es el que proporciona Morton Kaplan (1978).
Kaplan sostiene que los Estados desarrollan diferentes tipos de conducta, que dependen de la estructura del sistema internacional a que pertenecen. Además, a diferencia de Morgenthau y de los clásicos (aunque éstos nunca fueron explícitos al respecto), Kaplan considera posible que el sistema internacional pueda adquirir una variedad de formas a través del tiempo, y que la tarea del analista consiste en mostrar de qué manera estas distintas estructuras influyen en la conducta de los Estados. Para ilustrar su argumento, Kaplan define seis tipos de sistemas internacionales, cuatro de ellos hipotéticos, y un conjunto de cinco variables en relación con las cuales -y con su diferente comportamiento- se estructuran esos sistemas. Estas variables consisten en los principios básicos del sistema, sus reglas de transformación, las variables que sirven para clasificar a los distintos actores, las que sirven para medir sus capacidades y las que determinan las características de los procesos de información (Kaplan, 1978).
La actitud de los distintos actores frente a este conjunto de variables determina, según Kaplan, la posibilidad de que emerjan seis tipos de sistemas internacionales:
- Un sistema caracterizado por el balance del poder que, según distintas versiones, rigió el concierto internacional desde la Paz de Westfalia hasta la Segunda Guerra Mundial.
- Un sistema bipolar de características flexibles que en muchos aspectos se parece al que imperó en el sistema internacional durante la segunda posguerra.
- Un sistema rígidamente bipolar, que se diferencia del anterior en que el alineamiento de los distintos actores con cada uno de los grandes bloques debe ser absoluto y no da lugar para la existencia de países neutrales,
- Un sistema internacional universal generado por el fortalecimiento de algunos de los actores de un sistema moderadamente bipolar que es capaz de imponer sanciones y otorgar premios y prestigio al resto de la comunidad internacional.
- Un sistema internacional jerarquizado, en donde una instancia predominante el comportamiento de los distintos actores, sea en forma directa o indirecta (esto es, pasando o no a través de la mediación de otros Estados semiautónomos), y el cual, no teniendo como competidor a ningún otro sistema, goza de un alto grado de estabilidad.
- Un sistema de vetos basado en una sociedad internacional de carácter hobbesiano, caracterizado por la contraposición de los intereses de todos los actores y por la deseable observancia de la regla de no infligir a otros daños que un Estado no querría para sí, y en donde los conflictos se resuelven por la medición de fuerzas o el veto. De más está decir que Kaplan considera su proposición infinitamente más rigurosa y más científica que las de Morgenthau y los otros clásicos.
Su ambicioso pero abstracto y complicado análisis no ha dado pie a que esta pretensión se vea confirmada. De hecho, ha inspirado muy pocos trabajos empíricos y en cambio ha generado virulentos ataques basados, precisamente, en la rigidez de sus tipologías. "Los bastiones no representan nunca un buen camino para la exploración y aquellos que han sido mal seleccionados ni siquiera proveen un punto de partida", expresa uno de sus críticos. El profesor Kaplan "parece estimar que es correcto ser poco científico cuando uno es lo suficientemente pro-científico". Como puede apreciarse, estos intentos por dar un carácter "sistemático" al análisis de la política internacional han provocado reacciones similares a las registradas en los otros debates (Kaplan, 1978).
En todo caso, los enfoques sistémicos de las relaciones internacionales han servido para percibir mejor las regularidades a que se sujeta la integración entre las distintas unidades nacionales; las pautas que enmarcan las relaciones entre éstas y el sistema internacional o sus diversos subsistemas; las funciones que desempeñan estas estructuras y su influencia sobre el comportamiento de las distintas unidades; la necesidad de trabajar con distintos niveles de análisis; los límites entre un sistema internacional y sus elementos contextuales, y la naturaleza cerrada o abierta del sistema en lo referente a ese contexto.
En particular, estos enfoques permitieron comprender mejor las relaciones existentes entre las distintas unidades nacionales, el sistema internacional en su conjunto y los diversos subsistemas que operan en el interior del mismo, abriendo el camino para una visión más desagregada de la realidad internacional, en que el Estado dejaría de ser su único protagonista y comenzaría a actuar dentro de una estructura transnacional integrada por una multiplicidad de subsistemas. El intento de aplicar enfoques sistémicos al análisis de la realidad internacional, situados a medio camino entre el terreno de la interpretación y el de la metodología, dio lugar a divergencias similares a las que generaron las otras escuelas en torno a las cuales se desarrollaron los debates reseñados en la presente sección de este capítulo.
