La querella entre científicos y tradicionalistas

Después que el debate entre realistas e idealistas perdió su vigencia surgió una nueva querella, que dominó la disciplina durante los años cincuenta y sesenta, entre el enfoque "tradicionalista" y una nueva escuela que pronto se autodenomina "científica". Varias diferencias la distinguen del anterior debate.

El primero se había originado específicamente dentro del campo de las relaciones internacionales y se mantuvo confinado a él, en tanto que el segundo fue una consecuencia de la revolución "behaviourista" en las ciencias sociales e incluso penetró tardíamente en el dominio de la política internacional. Además, mientras el primero se refería a cuestiones de sustancia, la nueva querella se centraba en problemas metodológicos.

Por último, las posiciones involucradas en el anterior debate demostraron ser irreconciliables por apuntar a la naturaleza misma del sistema internacional, al mismo tiempo que tradicionalistas y científicos terminaron entendiéndose y produciendo un virtual sincretismo entre sus respectivos enfoques.

Arenal (2002) señala, que el debate entre el enfoque clásico y el enfoque científico o entre tradicionalistas y behavioristas sobrepasa, sin embargo, el debate entre idealistas y realistas, pues tanto los partidarios del enfoque clásico como los del enfoque científico pueden inscribirse en una perspectiva idealista o realista, y viceversa. Se trata, pues, de un debate más riguroso, por cuanto se centra en la perspectiva teórica y metodológica capaz de permitir a las relaciones internacionales jugar un papel efectivo en el análisis de la realidad internacional.

Además estamos ante una polémica que se extiende a la totalidad de las ciencias sociales, pero que en la teoría de las relaciones internacionales toma una mayor dimensión por la enorme complejidad e importancia de los fenómenos a estudiar. Como señalan Knorr y Rosenau, “aunque el valor relativo de los enfoques tradicional y científico ha sido el punto de discusión en muchos otros campos, la importancia de los problemas, la complejidad del proceso implicado y la dificultad de tener acceso a los datos en el campo internacional , añaden intensidad y obstinación al debate” (Arenal, 2002: 111 – 112).

Después de la Segunda Guerra Mundial, un creciente número de investigadores comenzó a emplear métodos científicos, a evitar la aplicación de nociones generales y utilizar conceptos operacionales, y a proponer teorías explicativas, sustentadas en una base empírica, en lugar de las teorías normativas que habían dominado la disciplina en el pasado, para utilizar la distinción con que comienza uno de los primeros libros de Hoffmann.

Su método se basaba en la formulación de hipótesis de trabajo cuidadosamente definidas acerca de determinados hechos o comportamientos sociales y en su verificación empírica basada en el análisis de una abundante información. Ella permitía proponer hipótesis más refinadas, relacionarlas entre sí e integrarlas en el marco de generalizaciones más amplias (Hoffmann, 1978).

Esto a su vez hacía posible anticipar el comportamiento de los fenómenos estudiados a partir del conocimiento de su frecuencia estadística y pasar, de esta manera, de una teoría descriptiva a otra más probabilística. Cuando la escuela "behaviourista " penetró en el estudio de la política internacional, sus cultivadores tradicionales -más apegados a la historia, a la geopolítica, a la diplomacia o al derecho- cerraron filas contra los invasores, quienes, considerándose los primeros portadores de un enfoque verdaderamente científico, respondieron menospreciando a los primeros.

El debate mantuvo permanentemente un alto nivel de discusión. Los tradicionalistas nunca pudieron demostrar por qué la defensa de sus fuentes de información y sus métodos de análisis los debían llevar necesariamente a rechazar los procedimientos basados en la verificación empírica. Los científicos nunca pudieron ponerse de acuerdo acerca de si sus procedimientos consistían en disponer de una amplia colección de datos, en formular hipótesis rigurosamente verificables o en proponer grandes teorías. Incluso el motivo de la controversia permaneció bastante oscuro: los científicos denunciaban la insuficiencia del enfoque intuitivo de los tradicionalistas, pero usaban generosamente los resultados de sus investigaciones, y los tradicionalistas no sabían si criticar a sus contendientes por su tendencia a emplear métodos de verificación empírica que limitaban extraordinariamente la escala de los fenómenos analizados o por su inclinación a construir teorías demasiado abstractas y grandiosas.

Tratando de establecer alguna línea divisoria en medio de esa ambigüedad, podría decirse que el contraste entre ambas posiciones estriba, por una parte, en la confianza en el juicio bien informado por parte de los tradicionalistas y, por el otro, en la desconfianza de ese procedimiento por parte de los científicos, así como en su necesidad de comprobar empíricamente todos los hechos susceptibles de conducir a una generalización (que al principio es planteada en forma de hipótesis).

En otras palabras, para los tradicionalistas el juicio es el final del análisis, y lo emiten después de haber revisado toda la información razonablemente disponible, tomando en cuenta los prejuicios que influyen en la consideración del tema y haber descartado otras explicaciones alternativas, con base en su formación y experiencia académicas. Para el científico, por el contrario, su propio juicio es sólo un punto de partida que le permite proponer una hipótesis acerca de la naturaleza o el comportamiento de un fenómeno, hipótesis que él debe corroborar o corregir mediante una exhaustiva acumulación de datos acerca de ese caso, de manera tal que su conclusión sea lo más objetiva e impersonal posible.

A lo largo de este período los "behaviouristas" reclamaron el monopolio de la observación científica de la política internacional y sostuvieron que la única manera de formular predicciones plausibles consistía en utilizar toda la evidencia empírica posible y en proyectar hacia el futuro las tendencias y los comportamientos dominantes a la luz de la información estadística disponible. Entre los primeros trabajos que dieron pie a estas conclusiones se cuentan algunos en el campo de los sistemas de adopción de decisiones, del análisis de situaciones de conflicto y de los procesos de comunicación e integración entre distintas sociedades nacionales.

La réplica de los tradicionalistas sostenía que la complejidad de la vida internacional contemporánea no permite centrar el análisis en hechos o variables aislados; que el método científico no es adecuado para captar los aspectos cualitativos que presentan las situaciones claves; que el necesario secreto en que se desenvuelven las relaciones entre los tradicionalistas impide durante largos períodos el acceso a la información; que la urgencia con que se plantean los problemas internacionales hace imposible esperar hasta disponer de toda la información necesaria acerca de las series estadísticas o de los estudios de casos de los que dependen los "behaviouristas" para entregar sus conclusiones, y que en todo caso siempre se necesita realizar un "salto intuitivo" entre la evidencia empírica disponible y las conclusiones relevantes para el que formula la política.

Como se anticipaba más arriba, esta nueva controversia también terminó perdiendo su virulencia inicial y llegó a una especie de sincretismo que combinaba las distintas posiciones. “Allí donde las diferencias entre los enfoques científicos y tradicionales parecían en un comienzo plantear una drástica opción entre premisas y procedimientos mutuamente excluyentes, ahora se observa la existencia de elementos complementarios junto con los conflictivos que predominaron en un comienzo, y por lo tanto se ha aceptado la existencia de varios caminos para el estudio de las relaciones internacionales".

Conviene por último explicar por qué, en la práctica, se llegó a este compromiso. El "behaviourismo" constituyó un intento para aplicar el método científico al campo del comportamiento humano. De hecho, no sólo cambió el método de análisis, sino el material mismo utilizado por los investigadores. El énfasis se desplazó desde el estudio de las instituciones hacia la observación de la conducta humana. Esto enfrentaba a los internacionalistas con un grave problema: los protagonistas de la política internacional, particularmente dentro de la teoría clásica, eran los Estados y no los individuos. Y aunque el Estado era, y en alguna medida sigue siendo, una abstracción, la participación de los ciudadanos en la política exterior está filtrada por una serie de instancias ideológicas e institucionales y mediatizada por los círculos dirigentes en una medida mucho mayor que en otras esferas de la vida política. El papel de las tradiciones culturales, el sentimiento nacional, las instituciones formales, una personalidad fuerte o el azar, siguen siendo particularmente importantes en el análisis de la política internacional. De allí la necesidad de buscar cierta complementariedad entre los métodos propuestos por ambas escuelas.