Enfoques teóricos de la política internacional
Es la ciencia la que ha permitido reconocer ciertas unidades en el abigarrado curso de la historia mediante proposiciones como la de Arnold Toynbee sobre el surgimiento, auge y decadencia de las civilizaciones; agrupar los hechos sociales dentro de determinadas categorías, como los tipos ideales imaginados por Max Weber y anticipados por Augusto Comte, quien los consideraba como unos "límites a los cuales se acerca cada vez más la realidad social sin poder alcanzarlos nunca", o encuadrar la lucha en torno de la conducción de los asuntos públicos dentro de un sistema político organizado para recibir demandas y transformarlas en respuestas, como lo hizo David Easton.
La necesidad de la teoría en las relaciones internacionales
Por ser una de las disciplinas más jóvenes dentro de las ciencias sociales, el estudio de la política internacional sufrió de una prolongada indefinición en cuanto a su campo de estudio, indefinición que en su tiempo afectó a otras disciplinas más antiguas. Ello se debe a que la unidad de la realidad -y por lo tanto de la ciencia- determina que en el universo todo se relacione con todo y sea difícil trazar fronteras claras entre los distintos compartimientos en que se divide el conocimiento. Esto es lo que determina que, cuando sobreviene un cambio cultural, el tránsito de una época a otra, surja un nuevo paradigma científico que influye y revoluciona todos los campos del saber, como lo han observado diversos autores.
En el tema que nos ocupa, esa indefinición se acentúa pues, debido al número y variedad de las variables que intervienen en las relaciones internacionales, se trata de un campo de estudio que debe acudir a otras disciplinas, como la historia, el derecho, y la economía.
Uno de los principales obstáculos para la consolidación de los estudios internacionales como disciplina académica, y para su ulterior modernización, radicó durante mucho tiempo en la imposibilidad de trascender una visión unidisciplinaria, ya fuera ésta proveniente de la diplomacia, la historia, el derecho o la geografía. Esta dificultad también revela la ausencia de teoría, esto es, de una visión lo suficientemente general acerca de la estructura de los fenómenos que comprende la política internacional como para poder analizar sus diversas concatenaciones, aunque para ello fuere necesario echar mano de distintas perspectivas.
Incluso, una vez que los estudios internacionales se establecieron como disciplina académica, su visión tendió a quedar fuertemente limitada por el predominio de teorías construidas en torno de una variable fundamental, en desmedro de la consideración prestada a otros factores. La teoría convencional de la política internacional, que es la que bajo distintas versiones más ha influido hasta ahora, sostiene que ésta está constituida por las relaciones entre Estados que persiguen su interés nacional maximizando su cuota de poder a expensas de otros. Esto representa una simplificación que, si bien pudo describir los rasgos centrales de la realidad internacional en otras épocas, hoy deja fuera variables que han pasado a ser fundamentales como la económica, tecnológica, cultural e ideológica. La complejidad de la realidad internacional contemporánea no se presta a este tipo de simplificaciones y ello plantea otro desafío a la teoría de las relaciones internacionales.
Uno de esos desafíos radica en la necesidad de contar con predicciones relativamente confiables acerca de la evolución probable del sistema internacional contemporáneo y de sus principales actores. Ya hemos visto que ésta es una de las funciones que generalmente se atribuye a la teoría en el campo de las ciencias sociales.
Figura 1. La teoría.
En esta disciplina esta necesidad se vuelve particularmente imperiosa debido a que, como se reconoce desde las más diversas vertientes, el sistema internacional está atravesando serias turbulencias, está experimentando transformaciones muy profundas y se caracteriza por la imprevisibilidad y la incertidumbre. Como estamos hablando de teoría, no nos referimos aquí a la necesidad de predecir acontecimientos singulares, sino a la de extrapolar correctamente las tendencias que predominan en la actualidad a fin de anticipar probables escenarios y ajustar a ellos la conducta de los Estados, las empresas y los individuos en el mediano y largo plazo.
En este punto el papel de la teoría consiste en presentar una interpretación correcta de la estructura de la realidad internacional contemporánea que permita identificar sus tendencias principales. Las predicciones basadas en la estructura descrita por la teoría convencional de las relaciones internacionales han fallado en cuestiones tan fundamentales como la evolución de la Guerra Fría, la proximidad de un tercer conflicto mundial, el porvenir de la multilateralidad, la continuación o el restablecimiento de la hegemonía de los Estados Unidos y la posibilidad de mantener indefinidamente el congelamiento del poder mundial (incluyendo no sólo sus aspectos políticos y militares, sino también otros de carácter económico, tecnológico y cultural).
He aquí tres de los aportes que nuestra disciplina espera de la teoría: definir su campo de estudios, proporcionar un mapa cognitivo que permita describir adecuadamente la estructura y el funcionamiento del sistema internacional contemporáneo junto con sus tendencias dominantes y ofrecer, con base en ellas, proyecciones relativamente confiables.
Algunos antecedentes históricos
La teorización en torno a las relaciones internacionales ha surgido, aunque fuera en forma incipiente, cada vez que se afirma la presencia de los Estados nacionales.
Al acentuarse el conflicto entre las ciudades-estados de la Grecia Antigua, la visión idealista de Homero, que creía en la posibilidad de una confederación y la preconizaba (contra el enemigo común, que era Troya), fue reemplazada por la visión más realista o trágica de Tucídides, quien trató de racionalizar esos conflictos, explicando de una manera general las causas de la guerra y sus desastrosos efectos sobre la sociedad griega.
Figura 2. Torre de un castillo medieval.
El resurgimiento del Estado como consecuencia de la superación de la sociedad feudal y el debilitamiento del Sacro Imperio dio lugar a un contrapunto similar entre los que creían firmemente en la posibilidad de sujetar las relaciones entre estas nuevas pero pujantes unidades políticas a un orden moral comúnmente admitido, desde Marsilio de Padua hasta Hugo Grocio, y los que llegaron a la conclusión de que el único imperativo en las relaciones interestatales consistía en aumentar el poderío y la seguridad del príncipe (el Estado), siguiendo la tradición intelectual que va desde Maquiavelo a Hobbes.
Es interesante notar que, si bien la comunidad internacional continúa sujeta en buena medida al estado de anarquía descrito por estos últimos, no fueron vanos los esfuerzos realizados por los primeros para proponer un orden internacional (sea global o parcial, como en el caso del uso de los mares), basado en principios morales, "la mayoría de los cuales han sido aceptados y puestos en práctica en las relaciones internacionales desde la época de Grocio".
La teoría de Grocio, radica en la importancia de establecer mínimos conductuales en el comportamiento del Estado con el individuo, garantizando de esta manera el respeto de todas las naciones por la dignidad humana, y generando la necesidad de tener argumentos racionales para la declaración bélica es decir, si la guerra no es justa no tiene razón de ser.
Con todo, como se ha dicho, lo que prevaleció en el mundo moderno fue la anarquía y el conflicto en las relaciones interestatales, dando lugar a una práctica que, constituida en doctrina, fue a nuestro juicio el primer antecedente de la teoría convencional de las relaciones internacionales: la del balance del poder. Esta doctrina, que inspiró las relaciones entre los Estados europeos durante los cuatro siglos que median entre la Guerra de los Treinta Años y la Segunda Guerra Mundial, tuvo distintos significados. "En un sentido se refiere a una situación de equilibrio en que el poder es distribuido entre distintos Estados.
El segundo sentido surge cuando ese equilibrio es perturbado: si un Estado toma la primacía, y otros forman una coalición contra él, esa coalición es considerada como un "balance", aunque en realidad es el contrapeso mediante el cual dicho balance puede ser restaurado. En un tercer sentido se puede hablar del que "controla el balance del poder: aquel balance se refiere al decisivo incremento de peso o de poder que un Estado puede aportar al equilibrio entre las naciones", convirtiéndolo en un elemento esencial para una determinada coalición. De esta práctica nació "la más antigua, más persistente y más controvertida de todas las teorías de la política internacional".
Las controversias se deben a la ambigüedad que rodea a este concepto. E. Haas ha encontrado ocho significados diferentes para el término: 1) cualquier tipo de distribución del poder; 2) un equilibrio o balance de poderes; 3) una situación de hegemonía; 4) estabilidad entre un concierto de poderes; 5) inestabilidad y guerra; 6) la política del poder en general; 7) una ley universal de la historia, y 8) una meta para los que formulan la política.
En suma, aunque el balance del poder es un concepto que dominó la política internacional durante cuatro siglos, hoy resulta insuficiente. Ante todo, por su ambigüedad o acepciones múltiples. Enseguida, por estar circunscrito a un período histórico, aunque prolongado, y a un escenario: el concierto de las naciones europeas. Por último, por explicar la política internacional en función del esfuerzo realizado por los distintos Estados para incrementar su cuota de poder en relación con otros, sin prestar suficiente atención a las fuentes de dicho poder ni a sus objetivos. Con todo, esta doctrina de alguna manera sirvió de base a la teoría clásica de las relaciones internacionales y sigue utilizándose en análisis contemporáneos.
La expansión europea y la era del imperialismo atrajeron la atención hacia los factores geopolíticos en las relaciones internacionales y éstos, a su vez, contribuyeron a fortalecer la concepción clásica de la política mundial. Este enfoque, difundido desde mediados del siglo XIX, subraya la importancia de la geografía, la población, los recursos naturales, la situación estratégica de los Estados, los transportes y las comunicaciones.
Uno de los iniciadores de esta escuela fue Alfred Thayer Mahan, un oficial de marina e historiador norteamericano que, basado en la observación del surgimiento del Imperio Británico como un poder naval, dio gran importancia a los mares, las comunicaciones marítimas y al papel de los estrechos en la política internacional. Mahan señaló que en esa época Gran Bretaña controlaba todos los accesos marítimos de importancia estratégica mundial, excepto el Canal de Panamá. Sus ideas influyeron en el Presidente Theodore Roosevelt, quien contribuyó decisivamente a convertir a los Estados Unidos en una potencia naval.
Pocos años después de la publicación de su obra, en 1904, Halford Mackinder presenta ante la Royal Geographic Society otro libro en que plantea que la tecnología -Ios ferrocarriles, el motor de combustión interna y las modernas carreteras- pueden dominar el hinterland y que el "área pivotal" de la política internacional son los vastos territorios que se extienden entre Europa Oriental y las llanuras siberianas. Mackinder hizo notar que Roma, un poder territorial, derrotó a la naval Cartago y convirtió el Mediterráneo en un lago imperial. Del mismo modo, Giulio Douhet, un ingeniero italiano, anticipó la trascendencia de la fuerza aérea y, más recientemente H. y M. Sprout trataron de recuperar la importancia del medio ambiente transformado por la tecnología desde el punto de vista de las relaciones internacionales.
La búsqueda permanente del balance del poder durante la Edad Moderna y las condiciones creadas por la expansión imperialista durante el siglo XIX prepararon el camino para la política del poder que inspiró a las relaciones entre los Estados a partir de la Primera Guerra Mundial y, muy particularmente, en el período comprendido entre los años 30 y los años 60. Su expresión fue la escuela clásica o realista de las relaciones internacionales, que continúa ejerciendo una influencia preponderante hasta ahora. Esta escuela parte de la base de que el sistema internacional es una sociedad de Estados que carecen de una autoridad central que resuelva sus disputas y distribuya los recursos entre ellos, por lo cual cada miembro debe asegurar la consecución de sus propios intereses.
Figura 3. La corona es uno de los símbolos del poder.
En dicho estado de anarquía es evidente que lo que un Estado puede lograr en la política internacional depende del poder que tenga. Por eso cada Estado procura acumular tanto poder cuanto pueda. Naturalmente un Estado tiene diversos intereses, pero el poder es el medio universal para alcanzarlos. Hans Morgenthau, el más conspicuo exponente de esta escuela, declara "que todo estadista piensa y actúa en términos de intereses definidos como poder". En una perspectiva histórica, como la que se adopta en esta introducción, es evidente que la tradicional lucha por el balance del poder contribuyó decisivamente a fortalecer este concepto (Morgenthau, 1978).
Una vez se contempla el fenómeno del poder a nivel internacional, puede comprenderse cada una de las conflagraciones en la historia de la humanidad, desde el imperio romano, hasta la configuración de los estados modernos el fenómeno expansivo y de acaparamiento crisohedonista han sido los principales factores en los que se centra la problemática de la disciplina estudiada.
"El solo acto de corregir el balance de poder lleva con él los elementos de nuevas perturbaciones. La dinámica de la política del poder hace esto inevitable. El antiguo defensor del statu quo se transforma, por su victoria, en el agresor de hoy, y de quien se vengarán mañana los que ahora sean derrotados. La ambición del victorioso que se alzó en armas para restablecer el balance del poder, así como el resentimiento del perdedor que no pudo rechazarlo, tienden a hacer del nuevo equilibrio un punto invisible de transición desde una perturbación a otra."
El surgimiento de múltiples Estados soberanos y su ulterior expansión imperial, la ausencia de una autoridad central en la comunidad internacional y la búsqueda constante del balance del poder generaron una visión que hizo de este concepto el elemento central de la política mundial, que con frecuencia permitió explicar con considerable realismo el acontecer internacional y prescribir la conducta que debían desplegar los Estados frente a determinadas circunstancias.
La vocación de poder de un estado se encuentra permeada por su situación geográfica, por su incursión exitosa en el mercado internacional, sin que se lesione su dinámica económica interna, por su poder económico, su poder militar, sus recursos naturales y ello hace que se genere la necesidad de asumir una posición dominante en el sistema que le permita suplir sus necesidades internas.
La escuela clásica o realista es considerada aquí como la perspectiva dominante en la política internacional, aun cuando las tendencias desarrolladas a partir de los años 70 hayan determinado que perdiera una parte no despreciable de su valor explicativo.
No es fácil clasificar las diversas perspectivas teóricas de la política internacional propuestas durante el último medio siglo a partir de estos antecedentes históricos. Ello se debe a su heterogeneidad, a la ausencia de principios generalmente admitidos (con la posible excepción de aquellos proporcionados por la escuela realista), y a la falta de un desarrollo conceptual acumulativo. Esto se explica, a su vez, porque estos planteamientos casi siempre han surgido de la turbulenta experiencia del quehacer internacional, o la han seguido desde muy cerca, sin tomar la distancia necesaria para una adecuada reflexión teórica. Esto ha determinado que con frecuencia dichas perspectivas se basen en la experiencia empírica, sin ayuda suficiente de aquellos principios filosóficos y epistemológicos que tan esenciales son a la teoría.
