Realismo y neorrealismo
Arenal (2002) alude que los nuevos realistas, también calificados de neorrealistas o realistas estructuralistas, por su planteamiento tomado del estructuralismo, que les hace poner su énfasis en la estructura del sistema internacional para explicar las relaciones internacionales. Aportan, por lo tanto, un marco metodológico nuevo que trata de obviar las insuficiencias del modelo transnacional o de la interdependencia, puesto en pie por los postbehavioristas. Incorporan, de esta forma, frente a los realistas clásicos, un mayor rigor científico en la elaboración teórica.
Otro autor dice que el realismo presentado como un modo de teorizar objetivos basados en la realidad es el que intenta desenmascarar las ideologías es Carr (1989), quien plantea un tesis “utópica” sobre la indivisibilidad de la paz, definidas como la idolología de los no privilegiase que intentan elevarse a nivel de los privilegiados.
Por otra parte, puede decirse que la visión realista es el origen de los estudios sobre las relaciones internacionales considerados como disciplina académica y que ese origen estuvo vinculado a una particular coyuntura histórica y política. Hoffmann ha sostenido que los estudios internacionales son una ciencia norteamericana originada en las predisposiciones intelectuales, las circunstancias políticas y las oportunidades institucionales que presentó ese país en el siglo XX y, muy particularmente, después de la Segunda Guerra. La tradición realista tras la guerra tuvo al utilidad de los enfoque realistas como guía de laso decidores políticos estadounidenses las dimensiones militares y diplomáticas este es un ejemplo de cómo el realismo esta en las relación internacionales (González, 2001-2002)
Las predisposiciones anteriormente mencionadas se basan en la importancia de la ciencia en una sociedad en rápido proceso de expansión y desarrollo como era la sociedad norteamericana, en el prestigio de las ciencias exactas dentro de ellas, y en la abundante inmigración de intelectuales europeos que desde su nueva patria americana fueron capaces de mirar con mayor independencia u objetividad los asuntos mundiales.
Las circunstancias políticas fueron proporcionadas por la posición de preeminencia que adquirieron los Estados Unidos, posición que hizo posible y hasta necesario desarrollar una visión global acerca de la política internacional; por las repercusiones que pasó a tener en todo el mundo el ejercicio del poder por parte del gobierno norteamericano, lo cual proporcionó un excelente laboratorio a los analistas internacionales, que habían hecho del poder su principal campo de estudio, y por el interés demostrado periódicamente por los políticos y los gobernantes norteamericanos en obtener asesoramiento de parte de los académicos en cuestiones relacionadas con la política exterior de ese gran país. Las oportunidades institucionales fueron suministradas, ciertamente, por el rico y flexible sistema universitario norteamericano.
Los elementos centrales del pensamiento realista son: el poder como factor fundamental en las relaciones internacionales, el interés nacional como el criterio que inspira las decisiones de política al margen de todo compromiso moral o colectivo, y el concepto del balance del poder como una situación que es necesario preservar a cualquier precio acumulando y poniendo en juego para ello, precisamente, recursos de poder. La "política del poder" es la columna vertebral de la teoría clásica de las relaciones internacionales. Morgenthau define la política internacional como una "lucha por el poder"(Morgenthau, 1978).
Spykman sostiene que "toda vida civilizada descansa en última instancia en el poder". Burton declara que "probablemente no hay ningún común denominador más importante en el estudio de las relaciones internacionales que la presunción de que los Estados dependen del poder para su subsistencia, y de que logran sus objetivos por medio del poder, haciendo así de la administración de ese poder el principal problema que debe ser resuelto".
En general, el poder es concebido como la capacidad de lograr que otros actúen de determinada manera a través de "la persuasión, el trueque, la compra o la coerción". Sin embargo, en la práctica, esta última suele ser la vía -o al menos el recurso de última instancia a que generalmente apela el pensamiento realista cuando analiza el concepto del poder o lo aplica a determinadas situaciones.
Figura 1. La persuación.
Los realistas y sus críticos más imparciales sostienen que esta escuela nunca ha definido el poder en términos exclusivamente militares. Muchos análisis subrayan la importancia de la situación geopolítica de un país determinado, de su capacidad económica medida en términos de su producto nacional o de sus exportaciones, de su prestigio o de la solidez de sus instituciones.
Se ha dicho que la fuerza consiste en la utilización de medios físicos para obligar a tomar ciertas decisiones, que la influencia es la capacidad de lograr el mismo objetivo por medios diferentes, y que el prestigio, es el respeto debido a los que detentan el poder, sugiriendo que este último concepto está integrado por todos estos elementos. También se ha hecho una distinción entre la fuerza de que dispone una nación y su capacidad de utilizarla eficientemente. Por otra parte, el poder no sólo ha sido definido como la capacidad de lograr ciertos resultados, sino también como el control de una cierta cuota de recursos que permite influir sobre ellos y que da preponderancia a un actor sobre otros actores.
Figura 2. El poder.
Con todo es difícil desconocer la centralidad del concepto del poder en la visión realista de las relaciones internacionales y el hecho de que, en última instancia, este fenómeno tiende a ser definido en términos de capacidades militares. Ya uno de los pioneros del pensamiento clásico vincula esta centralidad del concepto del poder a la naturaleza misma de las relaciones internacionales.
En medio de la anarquía creada por la ausencia de una autoridad mundial, las relaciones entre los Estados tienden a ser competitivas, conflictivas e incluso agresivas, conforme cada uno de ellos procura mantener o reestablecer el equilibrio del poder o llenar los vacíos que éste deja, y sobreviven sólo en la medida en que sean fuertes o en que otro Estado más fuerte los proteja. En este contexto, para asegurar su supervivencia, los Estados “deben hacer de la preservación o del mejoramiento de sus posiciones de poder el principal objetivo de su política exterior".
En último término la supervivencia de un Estado se pone en juego en los casos límites representados por el estallido de una guerra y, en tales casos, dicha supervivencia depende de su capacidad para ganarla utilizando recursos miliares. De allí el énfasis de la escuela realista en el conflicto como estado normal de las relaciones internacionales, su excesivo interés en el papel de los recursos militares en la política mundial en desmedro de otros factores que influyen en ella, y su inevitable confusión entre fines y medios en la política internacional (en la medida en que se considere el poder como un medio para alcanzar ciertos objetivos).
Esta confusión atraviesa el pensamiento clásico desde los escritos de uno de los pioneros de la ciencia política moderna, Lasswell, quien hablaba del "uso del poder para la adquisición de más poder o de otros valores", hasta el verdadero fundador de los actuales estudios internacionales, Morgenthau, quien afirmaba que los estadistas actuaban en términos de "intereses definidos como poder"... en donde la acumulación de recursos de poder (que debería ser un medio) reemplaza la sustancia de los intereses supuestamente perseguidos (Morgenthau, 1978).
En todo caso, los realistas, sus predecesores y sus epígonos han dominado la visión de las relaciones internacionales en el mundo moderno desde la Paz de Westfalia hasta la declinación del prestigio de Reagan. Todos los intentos por presentar una imagen de la política internacional como un proceso más regulado, racional y predecible han ocupado en definitiva un lugar más o menos marginal, desde la propuesta de Grocio en su tratado De Iure Belli ac Pacis, publicado en plena Guerra de los Treinta Años hasta Para la paz perpetua, redactado por Kant en 1795.
Las dos conflagraciones mundiales que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XX y su inmediata consecuencia, la Guerra Fría, tendieron a convalidar y congelar la validez de esta perspectiva. Morgenthau tuvo la capacidad de hacer de esos principios, que durante siglos habían inspirado la práctica de la política internacional, la base de una ciencia de las relaciones internacionales. En su obra principal, publicada en 1948, define la política internacional como una lucha por el poder. La maximización del uso del poder es lo que proporciona un común denominador a la conducta internacional de unos Estados que, desde otros puntos de vista, deberían presentar características y perseguir intereses diferentes.
La reducción de la política internacional al empleo de este común denominador se justifica en la medida en que se considere que todos los demás intereses de las distintas sociedades nacionales se subordinan a su necesidad -u obsesión- de supervivencia. De esta manera el interés nacional, que podría desagregarse en múltiples aspectos de acuerdo con los intereses específicos de los distintos segmentos de las sociedades nacionales, se identifica con este último concepto, y con el poder considerado como el último medio para garantizarla. Sólo en la medida en que se asegure el interés nacional -entendido como supervivencia- un Estado puede perseguir otros intereses de menor jerarquía.
En definitiva, la acumulación de recursos de poder, que podría considerarse como un medio para lograr ciertos objetivos, se convierte en la finalidad fundamental de la acción internacional de los Estados. La puesta al día y ulterior incorporación a esta escuela de la doctrina del balance del poder como objeto permanente de la preocupación de los Estados, es una natural consecuencia de los postulados anteriormente señalados.
Al mismo tiempo, Morgenthau estima que en la prosecución del interés nacional el Estado actúa siempre como un actor racional y unitario, capaz de definir con claridad sus objetivos en cualquier situación que se presente y de escoger los medios más aptos para alcanzar esos objetivos. Dentro de esta visión, es natural que "no pueden aplicarse ala acción de los Estados principios morales de alcance general en su formulación abstracta, universal, sino que éstos deban ser filtrados a la luz de las circunstancias concretas planteadas en cada lugar y cada época". Otro postulado de Morgenthau apunta a la autonomía de la esfera política con respecto a las demás variables que intervienen en la vida social e internacional. En suma, la política internacional "busca ya sea mantener el poder, aumentarlo o demostrar poder" (Morgenthau, 1978).
Aron es otro de los fundadores de la disciplina. Aunque en su gigantesca obra se mezclan observaciones sociológicas e históricas, su contribución teórica es muy importante y él mismo declara su propósito de elaborar una teoría general a partir de los rasgos específicos de las relaciones internacionales: "la multiplicidad de centros de decisión autónomos y por lo tanto el riesgo de la guerra". Adoptando un punto de partida que lo inscribe claramente dentro de la escuela realista, Aron considera que el sistema internacional se distingue de los demás sistemas sociales en que está formado por "relaciones entre unidades políticas, cada una de las cuales reclama el derecho de tomar la justicia en sus propias manos y ser el único árbitro en la decisión de luchar o no luchar". De allí que dicho sistema se caracterice por "una incesante rivalidad en que cada parte se reserva el derecho a recurrir a la ultima ratio, es decir, a la violencia". Como puede apreciarse, en la visión de Aron las relaciones internacionales están marcadas por el conflicto.
Sería difícil que una obra dotada de tanta penetración histórica no ofreciera una noción más rica y matizada acerca del poder. Para Aron, el poderío relativo de un Estado se modifica de acuerdo con el cambio de las circunstancias económicas, las innovaciones tecnológicas y la transformación de las instituciones y las ideologías. Sus relaciones con otros Estados no sólo son el reflejo de su poder relativo, sino también de las ideas, valores y emociones de sus sociedades y sus líderes.
Figura 3. Las innovaciones tecnológicas.
Por eso Aron propone dos modelos de sistema internacional, un llamado sistema homogéneo en donde "todos los Estados pertenecen al mismo tipo y obedecen a una misma concepción de la política" y un sistema heterogéneo en donde "los Estados están organizados de acuerdo con principios diferentes y apelan a valores contradictorios". Además de estos dos sistemas, también es posible distinguir entre un esquema bipolar y otro multipolar, dependiendo de si la mayoría de las unidades políticas están subordinadas a dos Estados homogéneos o si el poder está distribuido en forma más difusa.
Siendo la guerra un peligro permanente en un sistema internacional como el descrito, Aron propone tres tipos de paz, basados en el equilibrio, la hegemonía o el imperio, según si el poder de las distintas unidades políticas se encuentra balanceado, si está subordinado al predominio de una de esas unidades o si ha pasado a depender incluso formalmente de una de ellas. En uno de sus últimos libros, sobre el imperio americano, Aron aplicó brillantemente estas ideas.
Waltz intentó, en sus últimos escritos, llevar la corriente neorrealista a un nivel altamente sistemático. Un sistema consiste en una estructura integrada por unidades que interactúan entre sí (en el caso de las relaciones internacionales, los Estados). La estructura es el componente que hace posible pensar en dichas unidades en términos de un sistema.
Figura 4. El sistema internacional.
El problema que ha impedido definir el sistema internacional y aislarlo de otros sistemas sociales consiste en definir esa estructura sin incluir los atributos de las unidades que interactúan dentro de ella. Waltz deja fuera de su definición no sólo los atributos particulares que presenta cada Estado, sino también la interacción entre ellos, a partir de una visión del concepto de "relación" al que le asigna dos diferentes acepciones: relación como interacción entre distintas unidades y como la posición que cada una de ellas ocupa respecto de las otras dentro de una estructura.
Por lo tanto, el análisis del sistema internacional supone ignorar los atributos de los distintos Estados y la forma como interactúan unos con otros para concentrarse solamente en la posición relativa que ocupa cada Estado con respecto a los otros. La estructura que permite hablar de un sistema es definida así en términos del ordenamiento de sus partes.
Avanzando más por este camino, Waltz considera que el análisis del sistema internacional debe incluir la identificación de sus principios ordenadores de la función de sus distintas unidades y de la forma como están distribuidas sus capacidades. El principio ordenador de un sistema caracterizado por el desarrollo de relaciones políticas entre sus distintas unidades, sin la autoridad de un gobierno central, no es otro que las relaciones de predominio o subordinación existentes entre ellas, es decir, una relación jerárquica.
La función que desarrolla cada una de las unidades dentro del conjunto depende de su posición dentro de esa jerarquía. Como el sistema no es definido en función de los atributos de sus partes, sino a un nivel de abstracción más alto, éstas sólo se diferencian entre sí por la cuota de poder de que cada una dispone, esto es, por la distribución de capacidades observables entre ellas.
Como puede observarse, en la formulación de Waltz la visión realista de las relaciones internacionales alcanza un nivel de abstracción muy distinto del que presentan los trabajos de Morgenthau o Aron. Sin embargo, cuando uno quiere aproximarse al análisis de la realidad concreta a partir de unas variables definidas en forma casi tautológica, se encuentra una vez más con el predominio abrumador de las unidades representadas por el Estado soberano, que constituirían un sistema sólo en la medida en que mantengan claras relaciones de jerarquía entre ellas, es decir, en términos de su poderío relativo.
A nuestro juicio, el intento teórico de Waltz es algo atípico dentro de la escuela realista, que se había caracterizado por presentar descripciones históricas y empíricas de determinadas situaciones, entre las cuales dio especial importancia a las de orden conflictivo, y por haber aportado importantes analistas a la vida política. Entre ellos cabría mencionar a Kennan, Kissinger o Brzezinski.
