Concepto tradicional de los Estados como los únicos actores de la política internacional
El concepto relativamente sencillo de “política internacional” se ha aceptado durante mucho tiempo. En realidad, se trata de una herencia del siglo XIX y de los procesos de formación del estado-nación. Así, los actores fundamentales a nivel mundial son los estados, entendidos como naciones hasta el punto de que se habla de “relaciones internacionales” cuando muy seguramente quiere significarse “relaciones interestatales”.
Desde mediados de este siglo, además, el auge del realismo político en los años de la segunda posguerra alimentó la idea de que los estados intervienen en el escenario mundial constituyéndose en los principales actores políticos.
“La política de poder significa un tipo de relaciones entre estados” según George Schwarzenberger, y otros teóricos de la época se le unieron para construir sobre dicha idea el paradigma tradicional del realismo político; Hans Morgenthau, en su conocido texto Política entre las naciones, elabora una teoría de la política internacional en la cual los estados son los principales actores y actúan para satisfacer el interés nacional entendido como poder.
Desde este punto de vista, y como consecuencia, el estudio de la política internacional se dirige hacia el análisis de las relaciones entre los estados, el poder como característica de la política hace que no todos ellos tengan el mismo grado de participación en la política internacional, pues algunos realizan acciones encaminadas a lograr fines diferentes al poder dentro de la esfera internacional. Estos, simplemente, no son actores de la política.
A su vez, el espacio en donde se llevan a cabo las relaciones interestatales para satisfacer los intereses individuales entendidos como poder (la política internacional) se localiza entre las fronteras de los diversos estados, allí se centra y canaliza el principal interés de los teóricos, lo cual conduce a dejar fuera del análisis a todo el conjunto de procesos que tiene lugar dentro de los estados. De la misma manera, esto hace que muchos actores que tienen origen doméstico y que afectan las relaciones, entre las naciones, no tengan un lugar en el acervo de conceptos y categorías utilizado por los analistas como instrumentos para explicar la política internacional. Ello se debe, además del énfasis que la concepción tradicional le ha dado al estado como actor, a que autores como Morgenthau consideran que la naturaleza de la lucha por el poder entre los estados y dentro de ellos es exactamente la misma. Según sus palabras:
“La escena de la política internacional es idéntica a su contraparte interior. Ambas políticas, la interna y la internacional, constituyen una lucha por el poder, modificada solamente por las diferentes condiciones bajo las cuales esta lucha por el poder tiene lugar, tanto en la esfera nacional como en la internacional”. (Morgenthau, s.f)
La lucha por el poder implica que un conjunto particular de aspectos de las relaciones entre los estados tiene la mayor preponderancia para el estudio de la política internacional aquellos que tienen que ver con la defensa y la seguridad. Los países actúan en la esfera mundial buscando la maximización de su seguridad y de su prestigio. En consecuencia, la búsqueda de otros fines de naturaleza diferente no es considerada parte de la política internacional o, en el mejor de los casos, lo hace como una “baja política” que está subordinada a la “alta política”, constituida por los elementos más importantes para la satisfacción de los intereses nacionales de un estado.
Este aspecto de la concepción tradicional deja de lado también el estudio del comportamiento de actores que no pertenecen al conjunto de instituciones estatales y que sin embargo actúan por fuera de las fronteras de sus países con el fin de alcanzar metas de tipo económico, humanitario, social, religioso, etc.
La política entre las naciones ha tenido de tiempo atrás varios actores no estatales o gubernamentales. Además de los ya anotados -instituciones nacionales que se desempeñan en el nivel internacional o que afectan las acciones en esta esfera de las instituciones estatales-, se ha observado la presencia de agentes como la Iglesia Católica, los movimientos laborales, las asociaciones partidistas internacionales y muchas otras, las cuales han afectado en alguna medida las relaciones entre las naciones. Por esta razón, una corriente importante de analistas del proceso político internacional se ha ocupado de la acción de los actores no estatales, así como de los procesos políticos domésticos que tienen que producirse dentro de la definición de las decisiones que encauzan el comportamiento de un país a nivel mundial.
Algunos de estos análisis han desviado el foco de su estudio desde el estado hacia el sistema mundial. El conjunto de países y la naturaleza de su inserción en el sistema internacional. Otros se han ocupado de los actores que intervienen fuera de las fronteras de sus países: los actores transnacionales. Unos y otros, con perspectivas muy diferentes y con ensayos que no necesariamente tienen los mismos objetivos, que buscan sin embargo proveer paradigmas y métodos de análisis que reparen las deficiencias arrojadas por la concepción tradicional de la política internacional.
Para los objetivos del presente capítulo, conviene examinar los intentos que buscan responder a las principales críticas que se le han formulado al esquema tradicional, y las propuestas de investigación y construcción de nuevos paradigmas, que han surgido de tales cuestionamientos. Como seria de esperar, estos nuevos enfoques hacen hincapié en aquellos elementos que han sido dejados al margen de la concepción tradicional: el papel de los actores no estatales y la “baja política”.
Desde épocas tempranas de la historia de la humanidad han existido relaciones entre entidades no estatales que tienen orígenes en diferentes países o estados-nación. La definición de estas interacciones entre diversas organizaciones, que generalmente se denominan “relaciones transnacionales”, ha sido objeto de estudios que han logrado un aceptable nivel de claridad y precisión.
