El Estado transnacional y los nuevos espacios de actuación

“En las tesis de la globalización no hay muchas novedades económicas y hay muchas cosas falsas”, escribe M. Janicke. “Podría ser cierto que la política medioambiental tenga que ver con “hechos de globalización”, que la protección del medio ambiente sencillamente resulta demasiado cara para la competencia global. En todo caso, es una idea popular que incluso los medio ambientalistas la aceptan resignadamente.

Vale la pena examinar cómo proceden económicamente Estados que han hecho relativamente bastante para la protección del medio ambiente. Y hay que observar que a los precursores nacionales, en política medioambiental, económicamente les va mejor que a otros. Durante la década de los años setenta, fueron innovadores EE.UU. y Suecia. Luego, Japón. Y posteriormente hasta 1994 también Alemania. Hoy desempeñan una función avanzada países como Holanda, Dinamarca y nuevamente Suecia. Fuera de Europa, entre otros se destaca Corea del Sur. Resulta interesante señalar que los más avanzados ecológicamente son hoy pequeños países que están estrechamente vinculados al mercado mundial.

Pero lo más extraordinario es que a su vez pertenecen a ese grupo países que han obtenido un gran éxito inicial en materia de mercado de trabajo. De momento, esto es claro especialmente en casos particulares como Holanda y Dinamarca; pero también Nueva Zelanda, muy activa en política ambiental, ha reducido en un tercio su cuota de paro desde la recesión de 1993. También en Suecia retrocede el paro, del mismo modo que en el conjunto de los países escandinavos. Los países nórdicos han incorporado un impuesto sobre el CO², además de otras penalizaciones ambientales. En Dinamarca y en Suecia, durante la crisis económica de 1993, se llevó a cabo una reforma de impuestos por derechos ecológicos. Así, pues, la protección del medio ambiente no es impedimento para competir globalmente; más bien al contrario, una política medioambiental racional se convierte en un indicador clave de la capacidad competitiva de un país, según dice Michael Porter, el destacado teórico en innovaciones y economista de Harvard.

“Ninguna cuestión de los Estados particulares se ha convertido en más sólida debido al desarrollo del mercado mundial. Y en cambio los Estados hoy a menudo actúan colectivamente. Las redes globales de las administraciones ministeriales configuran la política medioambiental nacional en igual medida que las alianzas medioambientales internacionalizadas.”

Las iniciativas europeas permiten acabar con el dumping fiscal y ofrecer a los “contribuyentes virtuales” el pago para crear de este modo no sólo las condiciones de una Europa social y ecológica, sino también para recuperar la capacidad de actuación y el poder de configuración de los Estados particulares.

La cuestión sobre por qué han de reunirse los Estados se responde aquí en términos del egoísmo estatal, puesto que sólo así les es posible renovar su soberanía en el marco de la sociedad mundial y del mercado mundial.

Este argumento sólo tiene pleno sentido si el mundo de representación de la soberanía excluyente se sustituye por el mundo de representación de la soberanía incluyente. Éste es un argumento conocido por el mundo del trabajo y de la división del trabajo: la cooperación no impide, sino que despliega, tanto la productividad cuanto la soberanía de los particulares. Sí se desea referirse a la distinción de Émile Durkheim, se puede decir que en la relación entre Estados la soberanía orgánica de la cooperación sustituye a la anarquía mecánica de la diversidad. Lo cual significa que los agentes nacionales ganan espacios de configuración política en la medida en que consiguen incrementar la riqueza pública y económica gracias a la cooperación transnacional.