El Bloque Socialista
Con el nombramiento por el Comité Central del Partido Comunista como su Secretario General en 1985 y más tarde por el Soviet Supremo como Presidente de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) de Mikhail Gorvachov (en 1989), el mundo socialista sufría la necesidad de cambio.
Tras las tensiones de casi cuatro décadas producidas por la denominada "Guerra Fría", producto de las rivalidades soviético-americanas después de la guerra de Corea (1950-53), la política de Gorbachov presenta una apertura al mundo occidental a través de la reducción de las armas nucleares en Europa y de unas relaciones más cordiales que se materializan con la visita de Gorbachov a Washington y la promesa de una visita de reciprocidad del presidente George Bush a Moscú.
Al interior de la URSS el pueblo recibió con júbilo la reestructuración (Perestroyka), como la política que permitirá unas mayores libertades a los ciudadanos en su vida privada y en su actividad económica. La necesidad de producir más y mejores bienes y de comercializar en mayor medida con occidente, que hasta ahora ha sido un mercado restringido a ciertos productos, permitirá un replanteamiento en la orientación económica, en la propiedad de los medios de producción y en el reparto de los beneficios de la actividad productiva.
Estas nuevas políticas en la Rusia de Gorbachov animaron los espíritus en los demás países del Este Europeo que venían reclamando reformas en los esquemas de libertades públicas y de dirección económica, y las revueltas ocurridas en casi todos ellos produjeron, en poco tiempo, en especial en los meses finales de 1 989, cambios políticos favorables en el contexto de las libertades. Unos se dieron tras actos de violencia (Rumania) producto de gobiernos radicales opuestos al cambio y otros se sucedieron de manera pacífica en razón de las políticas revisionistas ya iniciadas en algunos de ellos en los últimos años (Hungría, Polonia).
Los primeros en iniciar reformas de tipo político y social fueron Polonia y Hungría en donde el monolítico y tradicional Partido Comunista empezó a perder su primacía.
Polonia convocó a elecciones parlamentarias que dieron el triunfo político y el poder del gobierno al Sindicato Obrero "Solidaridad" (junio 4 de 1989), movimiento no comunista que venía luchando por mayores libertades individuales. Luego Hungría aceptó la entrada en el juego político de otros partidos no comunistas (octubre 23 de 1989) e inició cambios en sus políticas económicas y sociales.
En Checoslovaquia, los estudiantes, repelidos por la policía en noviembre de 1989 en una manifestación que pedía reformas, constituyeron el Foro Ciudadano, que desde el 19 de ese mes se declaró en reunión permanente, tras lo cual lograron la renuncia de la dirigencia comunista el 25 del mismo mes. El nuevo gabinete del gobierno tuvo que conformarse con mayoría de miembros no comunistas.
Igualmente, en Alemania Oriental (RDA) tras manifestaciones callejeras que pedían cambios en el gobierno y reorientación política, el gobierno de Erick Honecker cayó (noviembre 9 de 1989). Su sucesor Egon Krenz permitió la salida del país de todo ciudadano que quisiera hacerlo. Ese mismo día (9 de noviembre) los berlineses se agolparon en el muro que durante 28 años dividió la ciudad, e hicieron huecos y destrozos en él, demostrando así que la separación de Berlín en zona oriental y occidental había llegado a su fin. Este es el mayor símbolo de las revueltas observadas en los meses finales de 1 989 en la Europa Socialista.
Después vino la rebelión en Rumania donde la posición obcecada y represiva de Nicolás Ceausescu, quien ordenó disparar contra el pueblo en una manifestación convocada por él en busca de apoyo que no obtuvo pero que dejó un saldo considerable de muertos, terminó con la captura, juzgamiento y ejecución de Ceausescu y su esposa, el 21 de diciembre de 1989.
Todas estas transformaciones políticas se sucedieron en los últimos meses de 1989, sin la menor intervención de la potencia soviética que en años anteriores había invadido a Hungría (1956) y a Checoslovaquia (1968) por su tendencia a apartarse de la ortodoxia comunista.
Ha pasado un decenio desde el fallido golpe de agosto de 1991, cuando el tambaleante edificio de la Unión Soviética comenzó a derrumbarse irremediablemente. Un intento de golpe de Estado protagonizado por comunistas de la vieja guardia acabó con el poco prestigio que le quedaba al presidente Mijail Gorbachov. Mientras éste permanecía retenido en Crimea y regresaba para intentar mantener el statu quo, Boris Yeltsin se ganó para siempre el corazón de los ciudadanos al defender resueltamente la todavía incipiente democracia. Unos pocos meses más tarde Gorbachov le entregaría el poder a Yeltsin, pero para entonces el gobierno del Kremlin ya no ejercería su poder más allá de las fronteras de Rusia.
Rusia sin la Unión Soviética sintió de inmediato los efectos del rompimiento del sueño comunista de la economía centralizada y el empleo garantizado. El aumento de la inflación y el despido de millones de trabajadores, junto con la corrupción y el crimen organizado, se volvieron males endémicos. Tras el liderazgo del errático Yeltsin, Vladimir Putin llegó al poder en 2000 para intentar rescatar a Rusia de la crisis política y económica, pero los resultados no han sido los esperados.