Inicio de las Instituciones Internacionales
En los siglos XV y XVI los descubrimientos geográficos en África, Asia y América, y las subsiguientes conquistas de colonias, dieron impulso a las relaciones internacionales donde los vínculos mercantiles mundiales se ensancharon y las rutas marítimas se desplazaron del mar Báltico y del Mediterráneo a la Costa Atlántica. Los países que empiezan a tener importancia por poseer costas en el Océano Atlántico son Portugal, Países Bajos (Holanda), Francia e Inglaterra. Estas dos últimas naciones se ponen muy pronto en los primeros planos de la actividad mundial.
La destrucción del Imperio romano, que rompe el marco imperialista, sólo podía ofrecer condiciones de existencia a instituciones internacionales cuando las colectividades constituidas por los pueblos liberados o victoriosos hubieran alcanzado cierto nivel de civilización y hubieran mantenido entre sí relaciones pacíficas.
No se dio el caso durante siglos. Los tiempos aquellos estuvieron plagados de disturbios caracterizados principalmente por el crecimiento territorial y económico que impidieron el normal desarrollo de las relaciones entre naciones. La llama de la civilización vacilaba. Los extraordinarios fraccionamientos introducidos por el régimen feudal, a la inversa de la jerarquía dominadora romana, no favorecieron tampoco, por motivos diametralmente opuestos, a las instituciones internacionales.
Las instituciones que se desarrollaron progresivamente y tendieron a poner orden en la anarquía medieval procedían, por otro lado, de una voluntad superior de tipo religioso. A pesar de su debilidad o de su carácter rudimentario, sacaron de sus orígenes una vocación universal; representaron un intento de organización general cuyo fracaso no debe opacar, por un lado la grandeza y por otro, el concepto aún vigente de imperio universal. Las colectividades nacionales durante mucho tiempo padecieron demasiadas imperfecciones para constituir la base de las relaciones internacionales. Hubo de producirse un Renacimiento.
Es lógico, por consiguiente, que para ciertos autores el punto de partida del estudio de las relaciones internacionales se sitúe en el siglo XVI, donde ya existían para la fecha, en Europa por lo menos, colectividades humanas evolucionadas y grandes Estados que mantenían relaciones entre sí, aunque rara vez eran pacíficas.