El pasado, base fundamental del presente

De manera acertada Kolakowski, ganador del “Primer Premio Kluge” en el año 2004 hace una bella defensa del estudio del pasado como esencia del presente.

El resultado de mis observaciones es modesto y banal: si bien el legado de los mitos es sin duda una fuente importante y fértil de la cultura humana, hay que defender y apoyar los métodos tradicionales de investigación, elaborados a través de los siglos, para establecer el curso objetivo de la historia y separarla de la fantasía, por nutricia que sea dicha fantasía. La doctrina de que no existen hechos, sólo interpretaciones, ha de rechazarse por oscurantista. Y hay que proteger nuestra creencia tradicional de que la historia de la humanidad, tejida de innumerables incidentes únicos, es la historia de todos nosotros, los sujetos humanos; mientras que la creencia en leyes históricas es una ficción de la imaginación. El conocimiento histórico es decisivo para todos, desde los niños a los jóvenes y los viejos. Hay que apropiarnos de la historia, con todos sus horrores y sus monstruosidades, y con su belleza y esplendor, su crueldad y persecuciones, y todas las obras magníficas de la mente y la mano humana; es necesario hacerlo para conocer nuestro lugar correcto en el universo, para saber quiénes somos y cómo debemos proceder.

Cabría preguntar para qué sirve repetir estas banalidades. La respuesta es que es importante repetirlas, una y otra vez, porque son banalidades que a menudo nos conviene olvidar; y si lo olvidamos, y caen en el olvido, estaremos condenando nuestra cultura, es decir, a nosotros mismos, a la ruina final e irrevocable. (Kolakowski, 2004, p.60).