Proceso de Globalización
La interdependencia creciente
El proceso integrador de la globalización por convertir un mercado global en el que todos los productos comercializados sean exactamente iguales entre sí es una situación complicada de desarrollar, pues las características de operatividad de las empresas en los diversos países son igualmente diversas.
No podemos establecer si el proceso de globalización realmente se puede llevar a cabo o cuánto durará antes que inicie. Sin embargo, la tendencia a la homogeneización de las culturas y por ende de las necesidades es cada día más poderoso, lo que hace que los bienes y servicios se estandaricen a nivel mundial para suplir esas nuevas necesidades. En algunos lugares la tendencia globalista es más amplia que en otras, gracias a las tecnologías de la comunicación y la publicidad.
El discurso del origen de la globalización se da apartir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, donde la aceleración comercial y del impulso de nuevas economías en la década de los ochentas promovió su desarrollo.
Concepto de empresa
Ahora bien, si pretendemos abordar el concepto de empresa en la era de la globalización se debe abordar desde dos criterios: las multinacionales y las transnacionales.
Cuando hablamos de una empresa internacional estamos hablando de aquella en que las exportaciones o las importaciones se realizan. Una empresa multinacional es aquella que moviliza gran parte de su producción y dirección a otro país, mientras que una trasnacional es la que contempla una red compleja de producción y distribución que es prácticamente imposible establecer su país de origen.
El creciente número de empresas multinacionales y transnacionales son una repercusión del grado de interdependencia e internacionalización que los mercados han sufrido en menos de cien años.
El crecimiento de la interdependencia y la internacionalización también genera un crecimiento en los riesgos, especialmente en el ámbito cambiario, donde la volatilidad de los tipos de cambio frente a los diferentes regímenes de tipos de cambio flotantes pueden generar riesgos tanto económico como políticos para los Estados.