La crítica a la modernidad
Como se ha expuesto en las unidades anteriores, la modernidad es la forma de pensamiento que se consolida en la Ilustración de los siglos XVII y XVIII en Europa, que pretendía dilucidar el conocimiento verdadero en superación del pensamiento mágico-mítico-teológico de la Edad Media. Esta superación se dio como resultado de la identificación de las leyes que definían el comportamiento del universo, y por lo tanto, permitían explicarlo. Y así como era posible identificar las leyes de la naturaleza, se asumió que lo social también se componía de unas leyes cuya identificación permitía la explicación objetiva.
Estos referentes conceptuales se encuentran en la base de los grandes metarrelatos modernos, como el liberalismo y el marxismo. El liberalismo se sostiene en pensadores que como Locke, Smith y Ricardo, identifican las leyes de la naturaleza humana y a partir de ellas, explican el funcionamiento de la sociedad. Marx por su parte, no buscaba aquellas leyes en la naturaleza del individuo porque su teorización lo llevaba a concluir que el ser humano no se comporta en función de su naturaleza humana, sino por las determinaciones que sobre él imperan, provenientes de la estructura productiva de la sociedad. Aun así, Marx identifica unas “leyes naturales”, no en el individuo, sino en la dialéctica de la historia, que permiten explicar objetivamente la forma cómo funciona la sociedad.
De cualquier forma, estas perspectivas modernas sostienen que existe la realidad (tanto así que está definida por unas leyes), y que a partir de la aplicación del método científico, es posible producir explicaciones verdaderas sobre la realidad. Por supuesto, esto implica eliminar la subjetividad, lo que solo es posible si se produce una separación entre el objeto que va a ser conocido, y el sujeto que lo estudia. Así, independientemente de quién sea el observador, si aplica el método científico, no “contamina” el objeto con su subjetividad y por lo tanto mantiene la objetividad y por lo tanto, encuentra la verdad.
En contravía de ese planteamiento, Lyotard (1989) argumenta que no existe algo tal como la realidad objetiva y atemporal que pregonan los modernos, y por lo tanto, ningún conocimiento puede ser universal y atemporal. Esto es particularmente cierto si se considera que el ser humano no es un individuo determinado por su naturaleza biológica, sino moldeado por su particular historia y su contexto. Por ello, no puede identificarse una ley universal del comportamiento humano, pues hay enormes diferencias, por ejemplo, entre un hombre inglés del siglo XX y una mujer india del siglo XVIII. Asimismo, un objeto no existe independientemente del sujeto, sino que el objeto, y por lo tanto la realidad, no son cosas que puedan separarse de la subjetividad. Esto implica que la separación sujeto-objeto entronada por la modernidad, no es posible.
