Consecuencias de la Public Choice
Si la política y el Estado no escapan al individualismo metodológico, ¿por qué tenerles más fe que al mercado? Esta corriente teórica llega a la conclusión de que así como se producen fallos en el mercado, el Estado no es mucho mejor evitándolos. Es más, la democracia misma no redunda, como supondrían los liberales clásicos, o como era la esperanza de la Revolución Francesa, en llevar al Estado los intereses del pueblo y el bienestar general. No se puede esperar que el Estado avance hacia la libertad, igualdad y fraternidad de la mano de la representación popular, precisamente, porque la democracia no lleva a la representación de los intereses del pueblo en abstracto, sino de individuos y de grupos de individuos con intereses definidos. Y esto no es concebido como una desviación de la política, sino que es el producto de la naturaleza humana misma, en otras palabras, es así y no puede ser mucho mejor.
Dado que en última instancia la política también termina siendo, como el mercado, un espacio donde se consolidan los intereses individuales, no es deseable para el buen funcionamiento social permitir que el Estado sea demasiado grande y ocupe lugares en los que el mercado es más eficiente. De cualquier forma, el Estado termina siendo cooptado por intereses privados y sectoriales, lo que implica que un Estado grande no necesariamente tiene mayor capacidad de ofrecer bienestar, sino que por el contrario, lo que tiene es mayores posibilidades de hacer prevalecer los intereses de esos individuos y sectores que se lo adueñaron, lo que al final redunda en que se arruine el equilibrio y la sana competencia en el mercado.
Por esta razón, la mejor alternativa es limitar, tanto como sea posible, el poder del Estado y evitar que tenga poder de intervenir en el mercado. Así, pese a que sea cooptado por intereses particulares, no tendrá capacidad de causar demasiado daño. En consecuencia, más que instancias políticas, se deben desarrollar instituciones técnicas y delimitadas que ejerzan funciones definidas y que no tengan posibilidades de extralimitarse. Un modelo de este tipo de instituciones son los bancos centrales, como el Banco de la República de Colombia, cuyo objetivo primordial –y su razón de ser-, es mantener el valor de la moneda evitando la inflación. Esta no es una función política, sino técnica y delimitada. Si el Banco quisiera intervenir de alguna otra forma en el mercado, no podría hacerlo pues sus instrumentos de acción se encuentran claramente establecidos y limitados.
Y por supuesto, además de la creación de instituciones técnicas, la otra consecuencia de este planteamiento es que el Estado no debe encargarse de más funciones que aquellas técnicas y delimitadas, por lo que en caso de poseer empresas de carácter público –bien sean productivas como industrias petroleras, de sanidad como hospitales, o de educación como universidades públicas-, debe privatizarlas. Deben definirse unas reglas claras que limiten el accionar de quienes hacen parte del Estado para que no puedan expandir demasiado sus intereses individuales a costa del interés público, y por otro lado, el Estado no debe hacer nada que el mercado pueda hacer de una forma más eficiente (Buchanan & Tullock, 1962).