Repostería Astor
Durante sus ochenta y tres años de vida, el Astor ha logrado liderar el mercado de las reposterías en aspectos como producto, innovación, variedad y calidad, convirtiéndose en una de las marcas más queridas por los antioqueños y alcanzando un alto top of mind (marca en mente) en personas mayores de veinticinco años.
Sin embargo, no ha sido fácil sobrevivir en un mercado tan competido. El sector ofrece hoy muchas marcas con diversas opciones de calidad y precio: alrededor de trescientos empresarios se dedican al negocio de la repostería. La ventaja de Astor es que ninguno de sus competidores cuenta con una línea integral de productos, es decir, con un portafolio que abarque desde bebidas, chocolates y repostería, hasta galletería y helados.
Astor entendió que no podía sacar al mercado un producto que fuera totalmente nuevo o deslumbrante, a pesar de que realiza cerca de cincuenta y dos intervenciones al año, entre generación de nuevos productos y mejora de los existentes, por lo que decidió enfocarse nuevamente en la calidad, bajo la premisa de “lo que hagamos, hagámoslo bien”. Se fijó entonces un objetivo muy claro: ser la primera y mejor opción, por calidad y tradición, en la mente del consumidor.
Para cumplirlo debieron asegurar que los productos que consuman las personas hoy saben igual que los de hace veinte años: que tienen la misma calidad y el mismo servicio. Además, debieron mantener su línea integral de productos y explotar algo que sus competidores no han logrado: crear productos genéricos. Cuando la gente habla de “moritos”, de ”sapitos” o “turrones”, está evocando productos en los que Astor fue pionero.
Además, la compañía centró su atención en el consumidor, no solo ofreciéndole productos de excelente calidad, sino escuchándolo y haciéndole ver que su opinión es muy importante para la empresa. Fue así como se crearon diversos canales de comunicación para atender todo tipo de quejas, críticas y recomendaciones.
Pensando en posicionarse en otros rangos de edades, Astor creó un programa de visitas escolares para niños de primaria a su planta de producción. Los estudiantes hacen un recorrido completo para ver los diferentes procesos productivos, y antes de terminarlo, los invitan a hacer sus propias “sapitos”; en una mesa, ponen recipientes con ojos, lenguas y bocas para que ellos los decoren como quieran y se los lleven a su casa. Al finalizar la jornada, los llevan al punto de venta para regalarles una copa de helado.
El fortalecimiento del proceso de innovación interno se realiza desde dos aspectos muy claros: el desarrollo del producto y la identificación de las tendencias del consumidor, es decir, saber qué quiere, qué busca, por qué, cómo, dónde y cuándo.
Cuando la compañía decidió concentrarse aún más en la innovación, realizó un autodiagnóstico para identificar mejor sus fortalezas, debilidades y amenazas, para comenzar así un proceso de renovación que girara en torno al producto, el mercadeo, los procesos y la gestión.
Dentro de la categoría del producto, la empresa resolvió quedarse con ocho líneas y más de seiscientos productos, de los cuales cinco representan el 80% de las ventas: jugo de mandarina, turrones, caramelo de fruta, besos de negra y chocolates. Además, conservaron la idea de hacerlos de manera artesanal, utilizando maquinaria solo para lo estrictamente necesario, como por ejemplo para el empaque de los turrones.
Se eliminaron los productos de baja rotación y se volvieron a lanzar productos exitosos que, por algún motivo, habían sido eliminados del portafolio. También se decidió mantener algunos productos de nicho que, aunque no representan grandes ventas, son importantes para algunos de sus clientes y por lo tanto para la empresa. Un ejemplo de ellos es el mazapán, hecho a partir de la molienda de almendras y maní.
El renglón de la chocolatería ha sido estudiado cuidadosamente, no solo a partir de las tendencias locales, sino también internacionales, con el ánimo de darle al cliente nuevas opciones que además ayuden a promover la cultura del chocolate en nuestro país, pues en Colombia el consumo per cápita no alcanza ni siquiera el kilo en el año, mientras que en países como Suiza es de veinte a veintidós kilos.
Hace dos años Astor lanzó la Serie Maya, donde se atrevió a mezclar chocolate con diferentes sabores característicos de México: pimienta, tequila y sal, vainilla, maíz tostado y flor de Jamaica. Pensando que sería una línea temporal, la compañía se sorprendió gratamente con los resultados. Hoy en día la línea sigue en el mercado y sus ventas han mostrado un incremento interesante. Arriesgándose nuevamente, lanzó la Serie Oriental, explorando mezclas con jengibre, masala y cardamomo. Esta lleva poco más de un año y animó a la empresa a pensar en una tercera opción que será lanzada en octubre de ese año, considerando esta vez los sabores típicos colombianos.
Pero además de buscar nuevas alternativas en cuanto a productos, la repostería decidió cambiar sus empaques por unos que fueran amigables con el medio ambiente. Así, sus cajas de cartón son fabricadas a partir de pulpa de caña de azúcar, logrando reducir el proceso de degradación de sesenta meses a tan solo cinco. Así mismo, han disminuido la utilización de bolsas plásticas en un 40% y, a través de los proveedores, han logrado una reducción del 30% en el uso de sustancias contaminantes.
En cuanto a los procesos, Astor decidió empezar a documentarlos para no perder ese conocimiento que, hasta entonces, estaba disponible únicamente en la cabeza de quienes los llevaban a acabo. Además, se establecieron indicadores que permitieran evaluar su estaban siendo eficaces y eficientes, realizando auditorías internas y externas para examinar el proceso de producción y ventas.