Desequilibrios macroeconómicos

Un argumento en contra de la globalización que merece atención es el de competitividad internacional, en efecto el cierre de empresas por no ser competitivas con las empresas del exterior disminuye progresivamente la capacidad exportadora de los países en desarrollo, con el agravante que el cierre de empresas no competitivas genera mayor nivel de desempleo que no compensa la ganancia que se obtendría por la disminución de precios en una economía globalizada altamente competitiva y por lo tanto, antes de lograr la eficiencia deseada, los países con bajo nivel de industrialización sufrirán graves consecuencias por la disminución de empleo y el aumento de los índices de pobreza.

Los desequilibrios macroeconómicos se han radicalizado con la aparición de la globalización, que surge como reacción al intervencionismo cuando el modelo de desarrollo mundial de la posguerra empieza a estancarse. En América Latina, por ejemplo, los abusos del desarrollismo abonaron el terreno para el surgimiento neoliberal en contra de las distorsiones del proteccionismo industrial y en nombre de una utilización más eficiente de los recursos en una economía de libre mercado.

La creciente integración y globalización de las economías nacionales en un mercado mundial cada vez más dinámico ha estimulado una mayor movilidad de los factores, en particular el capital; en estas condiciones, el proteccionismo se muestra como una barrera al desarrollo. Es importante puntualizar que es precisamente la alta movilidad de los capitales y la excesiva preocupación por lo estrictamente financiero con menoscabo de la economía real, la causa del desempleo para los países no industrializados, fenómeno que representa hoy uno de los grandes problemas no resueltos del mundo globalizado, problema que no ha sido abordado ni solucionado con los desarrollos teóricos del manejo macroeconómico. Un argumento sostenido frecuentemente por los economistas que defienden la globalización económica, es que el tipo de cambio libre garantiza el equilibrio económico en la balanza de pago.

Sin embargo, de acuerdo con la condición de Marshall - Lerner, la posibilidad de que las variaciones del tipo de cambio eliminen los desequilibrios en la balanza de pago depende de varios factores, entre ellos la elasticidad de la demanda y su impacto en las importaciones y exportaciones, factor que ha sido usado en contra de la utilización de la devaluación como mecanismo de ajuste. Es un hecho generalmente aceptado, que en la fijación del tipo de cambio siempre han intervenido factores económicos provenientes de la producción y transacciones comerciales, como también factores financieros y factores no económicos como el error humano, el sentimentalismo, las perturbaciones políticas, la confianza en la moneda nacional o el poder negociador de los sindicatos, factores que no encajan fácilmente en la estructura del puro análisis económico.

No obstante, durante el periodo en que estuvo limitada la movilidad de los capitales, era la evolución relativa de la productividad, de los costos y precios, la competitividad y todo lo relativo a la economía real, lo que se manifestaba en la balanza corriente e inducía tendencias a la revalorización o devaluación de un signo monetario, como sostiene Ángel Martínez:

En la actualidad esta situación ha cambiado y en la evolución del tipo de cambio intervienen más los elementos financieros que los reales, siendo los elementos financieros que más intervienen las tasas de interés, la evolución de la oferta y demanda de activos denominados en distintas monedas, el juicio sobre las políticas económicas nacionales y la formación de expectativas de los inversionistas. (Martínez, 2000).

Es decir que en el manejo de la política cambiaria intervienen factores reales y financieros de la economía, entre los cuales ocupa un papel relevante el juicio que tienen los inversionistas sobre las políticas macroeconómicas de los países, factor que determina sus expectativas y también en un mundo globalizado de alta movilidad de los capitales, pasan estos segundos factores a ser mucho más relevantes que los primeros.

Tomando como referencia el caso de los países en desarrollo, una devaluación favorecería solamente a un pequeño grupo de exportadores, produciendo en la mayoría de la población efectos perniciosos por los consecuentes incrementos de los costos de la materia prima importada, reducción progresiva del poder adquisitivo de la moneda nacional frente a la economía mundial, como también la pérdida del poder adquisitivo de la moneda dentro del territorio nacional, generando en los trabajadores mayores niveles de pobreza y marginalidad. Por lo tanto, ya que la devaluación no soluciona en forma eficiente los problemas de la balanza comercial, y además genera mayor pobreza en la población, no es aceptable que los gobiernos utilicen la devaluación como una práctica económica para la corrección de desequilibrios macroeconómicos.

Por otro lado, la flexibilidad cambiaria en países con bajo nivel de industrialización, con alta movilidad de los capitales y elevado nivel de desconfianza en los modelos económicos vigentes, conduce necesariamente a una fuga masiva de capitales, lo cual genera altos niveles de recesión y grandes desequilibrios en sus variables macroeconómicas. De igual manera se puede concluir, que ninguna recuperación macroeconómica puede lograrse con el crecimiento y degradación financiera que acompaña a las economías globalizadas, acompañadas con altas tasas de interés y fuertes diferencias entre la rentabilidad de los activos financieros y los activos reales.

Por otra parte, el elevado endeudamiento de los sectores económicos que subyace en esta ola financiera, limita los efectos de las políticas expansivas por parte de los gobiernos y reduce los márgenes de crecimiento de la inversión y el consumo privado. El desarrollo de los mercados financieros, que en ocasiones ha contribuido a mantener la expansión económica, ha adquirido mayor complejidad y es mucho más inestable y riesgoso, debido, por un lado, a la descomposición del sistema monetario internacional y el predominio del neoliberalismo, caracterizado por la globalización de los mercados; y por el otro, a la desregulación de los mismos.

Paradójicamente la acumulación de capital para ampliar la producción requiere en lo posible de un clima de seguridad y confianza, tanto más conveniente y mayor sea el nivel de las inversiones y los plazos de maduración. De aquí, que la preocupación por la estabilidad y el orden financiero internacional haya sido un rasgo característico de la globalización, sin embargo, el resultado es que a pesar de los esfuerzos por mantener la estabilidad del sistema financiero, esta no ha podido ser garantizada y es decisivo reflexionar sobre la demanda ética de los países en desarrollo, en el contexto de una economía globalizada, puesto que las economías globales que muestran poder creciente de los grupos económicos y organizaciones multinacionales contrasta con aquellas economías que muestran un enorme debilitamiento de los Estados-nación y de sus sistemas políticos para poder normatizar sus economías, integrar sus sociedades y afirmar sus culturas con algún grado de autonomía. Estos desequilibrios que se observan con la enorme capacidad técnica alcanzada por la humanidad y la creciente concentración de riqueza en los países desarrollados, con la consecuente extensión de la pobreza en otros, son una clara disociación entre capacidad tecnológica y valores éticos de la sociedad. Se debe reflexionar sobre análisis con definiciones conceptuales y estudios teóricos que enfrenten con fortaleza dichas distorsiones de la globalización, con el firme propósito de reducirlas y de esta forma obtener los beneficios de una participación más armoniosa en el proceso de globalización económica.