Concepto de persona

A diferencia del concepto biológico de ser humano, el de la persona tiene una connotación cultural. Se nace humano y se llega a ser persona en una búsqueda constante de la construcción de ideal de perfección, que en última instancia es la felicidad.

Se nace en un mundo humano, en una realidad cultural, de donde se tienen que adquirir las habilidades y comportamientos propios de la persona, que fundamentalmente son:

La persona es, pues, un individuo humano, pero considerado como sujeto autoconsciente, racional y moral, a la vez que es único (diferente de todos los demás) y uno (a través de toda sus modificaciones).

Cada uno de nosotros es una persona en construcción, ya que la condición de persona no se hereda, sino que se realiza a través de la acción y la relación con los demás. Somos personas, porque los otros nos reconocen como tales y nosotros también les reconocemos a ellos, en la medida que vamos adoptando los comportamientos característicos del ser. Desde este punto de vista, la persona sería un producto social, resultado de la vida en común con los otros humanos, de la convivencia y el aprendizaje.

Aunque en la reflexión filosófica el tema de la persona se manifiesta con el filósofo Boecio (480-524), que al inicio de la edad media definió la persona humana como sustancia individual de naturaleza racional, es el filósofo alemán Inmanuel Kant (siglo XVIII) a quien le debemos el sentido filosófico moderno del término "persona". Para Kant, la persona humana es un agente racional y moral, tal como escribe en su "Fundamentación de la metafísica de las costumbres" (1785).

Si Boecio destacaba la naturaleza racional e individual de la persona, Kant subraya su capacidad moral y, por ende, su autonomía; la autonomía de un ser racional y moral es el fundamento de su dignidad.

La dignidad es el valor que tiene toda persona por el solo hecho de ser persona; es una condición especial que reviste todo ser humano por el hecho de serlo y lo caracteriza de forma permanente y fundamental desde su concepción hasta su muerte.

Entonces es necesario precisar que la persona, por el hecho de serlo, esté dotada de dignidad en razón de su personalidad que se va realizando, desarrollando, y perfeccionando en el tiempo. El desarrollo de la personalidad no puede tener lugar si no se reconocen y respetan los derechos inviolables inherentes a la persona en razón de su dignidad. La violación de los derechos inviolables no solo es un ataque al desarrollo de la personalidad, sino a la personalidad misma y, por tanto, a la dignidad.

Esto hace que el valor de toda persona sea absoluto, esto es, un valor en sí mismo. Según Kant la categoría de persona convierte al ser humano en un fin en sí mismo; es decir, en alguien que no puede ser usado como medio para obtener otro fin, y que por lo tanto merece todo respeto y reconocimiento.

El ser humano por ser persona, que posee dignidad, no debe ser usado como un medio, sino un fin en sí mismo. Posee una vida biológica, y por ello es humano, pero posee además una vida personal, que se constituye en sí mismo en el máximo bien que se debe alcanzar. Esto significa que es la vida personal “la máxima aspiración del ser humano, en cualquier época, cultura y religión, consiste en vivir. La vida es aquello que todos defendemos por encima de cualquier cosa”[1].

Todo esto nos permite formular una serie de características de la dignidad de la persona: puesto que la dignidad se debe a la pertenencia al género humano, cada persona es igual en dignidad a cualquier otra, sin discriminación alguna.

En la actualidad vemos cómo la dignidad humana enfrenta desafíos de diversa índole, desde la esclavitud que todavía tiene lugar en algunas zonas de África, hasta la venta de embriones que comienza a desarrollarse en medio del debate sobre su uso ético.

La clonación como una posibilidad terapéutica abrió la ventana a una polémica que todavía no llega a su fin, aunque las denuncias y argumentos de quienes defienden las posturas contrarias es apenas el comienzo de una discusión que bien puede durar décadas.

Quizá la humanidad enfrentará en el futuro la disyuntiva de elegir entre un planeta como lo imaginó Aldoux Huxley en su novela “Un mundo feliz” y uno en el que cada ser humano obtenga respeto por su dignidad desde su concepción, en un entorno en el que este tipo de ideas son poco difundidas y peor entendidas. Y para lo cual no hay una respuesta fácil.


[1] GONZÁLEZ ÁLVAREZ, Luis José. Ética. Cuarta edición. Bogotá: Editorial el Búho, 2009. p. 65.