Los siguientes son hechos, que si bien es cierto resultan ser negativos y dan la impresión de manifestar una mentalidad muy pesimista, son los elementos que permiten ubicar a la ética como una disciplina y a la vez una reflexión crítica y práctica, para identificar el saber obrar que deben desempeñar las personas en el mundo moderno.
La última década del siglo XX se ha caracterizado por un cambio acelerado originado por el avance tecnológico y la globalización. Estos cambios, sucedios de manera vertiginosa, ponen de manifiesto muchas situaciones que se sabían o que al menos, se creían saber. La consecuencia de ello, ha sido un imaginario social con un nuevo sistema de valores, nuevas culturas, basadas en las tecnologías.
Es así como en la actualidad se asiste a una utopía del progreso, en donde los máximos logros comunicativos se evidencian en la instantaneidad e interactividad que aportan lo digital, la internet y la telefonía móvil. La nueva era digital, está modelando las actuales sociedades industrializadas que se caracterizan por fusionar la realidad y su representación virtual y en las que las pantallas comparten funciones de trabajo y ocio.
Es así como se está en lo que se denomina crisis cultural de la modernidad; y con ella, una forma diferente de valores, costumbres y de vida en donde prevalece el culto a la tecnología, el espejismo de las puntocom y los beneficios bursátiles, internet como paraíso, la experimentación y logros en el campo de la ingeniería genética, las nuevas formas de opio proporcionados por las drogas que se comercializan a gran escala, los multisistemas comunicacionales, los medios de transporte de alta velocidad, el poder del mando a distancia, los hipermercados, la capacidad de persuasión de las grandes marcas, los atascos urbanos, el sedentarismo, las casas inteligentes, las emociones sentidas por delegación, las nuevas relaciones y amores virtuales.
Todo el despegue comunicativo producido por la aparición de la informática y las mejoras tecnológicas experimentadas por las telecomunicaciones, ha conducido a acelerar el ritmo de los procesos comunicativos, originando una necesidad imperiosa donde cada día, se hace más necesario, disponer de los conocimientos y de la información precisos para el desarrollo de personas, grupos e instituciones sociales y para la consecución de un sistema de convivencia pacífico y democrático. La comunicación ha seguido el ideal de la modernidad, hay que ser eficaces y eficientes, donde el que no produzca esta fuera de la maquinaria de producción, ya que es una tuerca más dentro del su gran engranaje.
Estas y otras situaciones, que forman parte del abanico de posibilidades de la vida concreta, constituyen un terreno fértil para un nuevo entorno cultural y ecológico, donde la población que habita el continente rico del planeta se encuentra envejecida y con bajísima tasa de natalidad, inmersa en una burbuja de prosperidad y contaminado ocio pasivo, mientras que a su lado se suceden catástrofes bélicas y naturales que causan un nuevo fenómeno social de oleadas de emigrantes tratando de escapar de la miseria.
La humanidad ha pasado entonces de manera acelerada las eras históricas. Desde la revolución agrícola, seguida por la industrial, atómica y la espacial; y ahora con la actual era digital, que se podría catalogar como la era tóxica, debido a los grandes fenómenos de contaminación: medio ambiente, alimentos cancerígenos, alergias, bacterias mutantes y virus asesinos, ahora se sabe que el 3% de los genes humanos son retrovirus naturales o creados en laboratorio, que suscitan cierta sicosis de terror.
Con el neoliberalismo actual, se asume una nueva lógica del beneficio y la competencia y con la tecnología, puesta al servicio de la dominación y de guerra, en donde se dedica la mayor parte de los presupuestos en investigación aplicada, a ampliar la capacidad de destrucción.
Desde la caída del muro de Berlín y la disgregación del imperio soviético, se evidencia la adopción por Rusia del capitalismo salvaje, que por su éxito va a ser el modelo a seguir en las burocracias maoísta y de otros países ex-comunistas.
En el aspecto ecológico, asistimos al derroche de energía. Donde potencias económicas como Estados Unidos, es la responsable con sus industrias de más del 25% de emisión de Co2 a la atmósfera, sin que haya la más mínima voluntad política de reducirlo y que, unido al acelerado desarrollo de China, no parece que vaya a frenar el calentamiento atmosférico que para muchos científicos es responsable del cambio climático.
Los famosos espejismos monetarios, que generan una actitud desenfrenada de necesidades y de consumo, con el milagroso dinero plástico y el rápido enriquecimiento invirtiendo en bolsa, parecen ser los dioses de la sociedad moderna, que han motivado los recientes fenómenos de recesión económica, sin que en nada parezca afectarles a los gurús financieros.
También aparece la falta de reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas por estados aliados del promotor del nuevo orden mundial, que se aceptan como contrapartida por su apoyo activo, al igual que se volvió común la extensión de los fanatismos nacionalistas con el uso del terrorismo indiscriminado que favorecen las estrategias represivas.
Otro factor visible y que afecta a la sociedad es la proliferación de enfermedades, como el SIDA que antes no eran conocidas, y de otras comunes como la obesidad, el colesterol, la anorexia en adolescentes, que en países en vías de desarrollo y países desarrollados cobran millones de víctimas cada día. A lo anterior se le suman los permanentes escándalos de corrupción de altos cargos, en todos los regímenes, sin que la justicia nacional de cada país y en el ámbito internacional puedan actuar de manera eficaz.
Todos estos fenómenos descrito de manera sucinta, generan incertidumbres, desajustes y conflictos en la vida personal y social, en un permanente enfrentamiento de visiones, frente a los cambios.