Muchos países, de los que a menudo se piensa que son socialistas, bien sea ahora o en el pasado, como Suecia, Israel, y el Reino Unido bajo el antiguo partido laborista, deberían verse como economías de mercado entorpecidas y restringidas porque la producción en esos países se caracteriza o caracterizaba, por desarrollarse bajo iniciativa privada, y motivada por el beneficio. El efecto del intervencionismo extensivo en esos países es o era el de impedir a los ciudadanos hacer muchísimas cosas que habrían hecho si hubieran sido libres de hacerlo y el de obligar a hacer muchísimas cosas que no habrían hecho si no hubieran sido obligados a hacerlo. Pero dentro de esos límites, las decisiones que atañen a la producción se toman y tomaban por individuos motivados por la posibilidad de obtener beneficios y evitar pérdidas. Por tanto, es todavía la iniciativa privada, motivada por el beneficio, la que anima e impulsa la economía de esos países. El hecho de que el partido en el gobierno de esos países se llame socialista y apoye la filosofía del socialismo no es suficiente para convertir a esos países en estados socialistas.
Los únicos países verdaderamente socialistas que han existido son la antigua Unión Soviética y sus países satélites del este de Europa, la China comunista y sus satélites, Cuba y muy importante también, la Alemania Nazi. Mises explica que la Alemania Nazi era un estado socialista por virtud de la existencia de “multitud de controles de precios y las escasez que provocan”. Como respuesta a la existencia de escaseces y el caos económico que las acompaña, el gobierno toma el control de las decisiones fundamentales que atañen a la producción, tales como qué es lo que se produce, en qué cantidades, con qué métodos, y quién consume el producto. Mises llama a ese socialismo, modelo de socialismo alemán o nazi, para distinguirlo del socialismo de los soviéticos, en el que todos los medios de producción están nacionalizados y al que llama modelo de socialismo ruso o bolchevique.